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Con sabor a pueblo General

Chiltepec, entre los vivos y muertos

Tradición con raíces chinantecas

Tuxtepec, Oax.- El aroma a copal se percibe en las calles de San José Chiltepec. La vela de cera arde con fuerza en espera del encuentro de los vivos con los muertos. Las luces de las veladoras en las puertas de las casas, iluminan el camino de aquellos que se adelantaron.

El arco de flores adornado con moco de pavo y el aromático cempasúchil ofrecen la bienvenida al hogar, armado sobre las palmas de chicalito. En el fondo el petate sostienen casi cien estampas colocadas con espinas de naranja, algunas arrugadas y descoloridas por los años de uso.

Nueve escalones sostienen las ofrendas para los fieles difuntos. “Son los nueve meses en que la virgen María llevo en su vientre a Jesús y los nueve días del finado”, señaló Dolores Yescas Leyva, que desde pequeña participa en la elaboración del altar.

El pan de muerto no puede faltar en el altar, al igual de yema, como mantequilla o chocolate, acompañado de las bebidas predilectas, el popo y el chocolate espumoso que se sirve en taza de barro de preferencia.

Las ofrendas se colocan de acuerdo a los gustos de los difuntos y la tradición de los ancestros. Bricio Leyva, sabe de eso, desde hace más de 70 años elabora el altar en familia, de los más vistosos y grandes de San José Chiltepec.

Al frente de los altares, amarrados con majagua se colocan las frutas; pitaya, carambolo, plátano macho, naranja, pomela, roatán, mandarina. Entre las ofrendas no pueden faltar los animales del monte, desde el cerete, tejón, jabalí, armadillo, iguana y tepezcuintle, conejo, ya sea cazados o comprados a precios, en ocasiones exorbitantes.

El 1 de noviembre las familias se reúnen para compartir entre vivos y muertos, esperan a los pequeños, mientras que el 2 a los adultos. Para los visitantes observar el altar representa un encuentro con las raíces y también el esfuerzo y ahorro de casi un año, casi diez mil pesos, tal es el caso de la familia Yescas Leyva.

“Mientras no se acabe la tradición hay que seguir, los niños ven y aprenden. Desde el 26 comenzamos a armar el altar, se acude al cerro a buscar la palma, nuestros antepasados así nos enseñaron”, dijo Dolores.

Casa por casa, locales y foráneos admiran el misticismo que envuelve a los altares de San José, todos a pesar de la diferencia en tamaños conservan la misma estructura. En los hogares no falta el pan de leña, los tamales de yuca, pescado, chancletas y cabeza de perro para compartir con los visitantes.

El mole, amarillito y el pollo, son platillos básicos en cualquier altar, pero más allá de las ofrendas, el esfuerzo familiar para elaborar el altar cada año es parte de la esencia de las familias de Chiltepec, y es que la creencia de que los seres queridos regresan en esta fecha, hace que la población conserve la tradición, tal como lo hicieron sus ancestros.

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